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El devenir del Año Cero, los Jemeres Rojos en Camboya

El devenir del Año Cero, los Jemeres Rojos en Camboya

Camboya es un país con un contraste histórico peculiar. En el medievo, el Imperio Jemer fue una de las civilizaciones más desarrolladas y poderosas del continente asiático. La ciudad sagrada de Angkor era su epicentro cultural y político. Contaba con un envidiable sistema de comunicación y canalización hidráulica, y el complejo de templos es considerado la mayor estructura religiosa jamás construida y a día de hoy es una de las maravillas arqueológicas más relevantes del mundo, además de Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Sin embargo, durante el último medio siglo Camboya fue escenario de un terrible genocidio y de las peores destrucciones socioculturales y económicas que se recuerdan.

En el año 1953, bajo el gobierno del príncipe Norodom Sihanouk, fue cuando Camboya adquiere su independencia de Francia. Durante el gobierno de Norodom Sihanouk, Camboya vivió una época de reforma y modernización hasta que en el país vecino del este, Vietnam, estalla en guerra contra Estados Unidos. En un esfuerzo por aislar a su reino de la confronta con los estadounidenses y promover la resistencia contra los grupos rebeldes, el príncipe Sihanouk se vio desbordado. El ejército norteamericano comenzó a bombardear estratégicamente ciertas regiones del país bajo las órdenes del presidente Richard Nixon, el cual en televisión comunicaba a los norteamericanos sobre sus movimientos, ayudado de un mapa del sudeste asiático. Sus tropas apoyaron al general Lon Nol para que se sublevara contra el monarca y organizara un golpe de estado.

La ofensiva norteamericana y la inestable entrada de Lon Nol en el gobierno provocaron miles de muertes y una enorme oleada de refugiados a Tailandia. El país estaba desestructurado y una figura de líder como era la del príncipe Norodom Sihanouk, había desaparecido. Fue entonces cuando apareció un movimiento insurgente de corte comunista, apoyado por el Vietcong y comandado por una serie de políticos que se dieron a conocer como los Jemeres Rojos, los cuales promovían ideas maoístas de comunismo agrícola y anticapitalista.

Pol Pot, el líder

A su cabeza estaba Saloth Sar, que posteriormente sería apodado como ‘Pol Pot’. Este dirigente nace en el seno de una familia de hacendados acomodados, y por medio de un familiar que tenía conexiones con la realeza y las élites socioeconómicas camboyanas, la familia encuentra trabajo en la capital Phnom Pehn. Es ahí donde se forma el joven Pol Pot y llegada su adultez, obtiene una beca para estudiar en el extranjero, en la Sorbona en París. Nunca llegó a titularse, pero compartió mucho tiempo con estudiantes de familias poderosas de los países de la antigua Indochina. Ahí entra en contacto con el Partido Comunista Indochino, donde se empapa con las ideas anticolonialistas y

Pol Pot, líder de los Jemeres Rojos
Pol Pot, líder de los Jemeres Rojos. Fuente: Sokelys

antimonárquicas del momento y va reuniendo a una serie de compañeros con los que crea una célula de estudiantes y en esta se irían asentando las bases del movimiento. Pocos podrían imaginar los límites de crueldad humana que rozarían las ideas de este colectivo.

Al volver de París, Pol Pot se une al eje comunista camboyano-vietnamita. Esta alianza le entrena para conocer de cerca cómo se llevaba a cabo una revolución, cómo se iniciaba una ofensiva desde las regiones agrícolas y aprendió métodos para comunicarse con las masas. Tras la caída del Partido Comunista Indochino en 1951, la sección del mismo en Camboya quedaría compuesta en su mayoría por miembros de la célula de estudiantes de París y Pol Pot sería su principal referencia. El Partido Comunista era verdaderamente reacio a una intervención vietnamita en el territorio camboyano, por lo que la cabeza del partido inundó de propaganda ultranacionalista a la sociedad camboyana y comunicó ideas revolucionarias, las cuales rezaban que las insurgencias debían ser promovidas sólo y únicamente por los camboyanos para los camboyanos.

El Año Cero

El Manifiesto de los Jemeres Rojos buscaba dar importancia mayor a la explotación agrícola, estructurándola como el principal sector de actividad económica del país y defendían que sólo desde el campo se podría abastecer las necesidades de la sociedad. El anticapitalismo y el odio a la industria era otro de sus puntos reivindicativos, pues consideraban que la modernidad y el avance científico-cultural de Occidente era una forma alternativa de colonialismo y de destrucción de lo camboyano. Con este objetivo, idearon un Año Cero’ en donde alentaban a la sociedad a reescribir su historia y conformar una nueva sociedad.

La ideología maoísta, acompañada de la creciente enemistad con Vietnam y el odio profundo a Estados Unidos, facilitó un acercamiento a China, la cual recibió amistosamente a los Jemeres Rojos y facilitó su alzamiento. Al estallar la Guerra de Vietnam, Camboya se vio más aislada e incomunicada incluso, lo que permitió que las actividades de los Jemeres Rojos fueran más secretas y no contaran con tanta repercusión internacional las acciones y crímenes que perpetrarían.

Entrada de los Jemeres Rojos en Phnom Pehn en 1975. Fuente: IBTimes
Entrada de los Jemeres Rojos en Phnom Pehn en 1975. Fuente: IBTimes

Con su llegada al poder, los Khmer Rouge tomaron ciertas medidas. Se calcula que se instalaron alrededor de veinte millones de minas antipersona en las áreas fronterizas con dos fines: evitar la salida de ciudadanos camboyanos y la entrada de ‘invasores’. Muchas de esas minas mutilaron a miles de personas –uno de cada 230 camboyanos ha sido víctima de ellas– y a día de hoy siguen activas, generando problemas en las zonas fronterizas con Tailandia y Laos. Con los monzones y las abundantes precipitaciones que caracterizan al clima del sudeste asiático se generan y generaron movimientos de tierra, haciendo que estos dispositivos antipersona se desplazaran y aparecieran en nuevas localizaciones. Otra medida tras la toma de Phnom Penh fue la directa e instantánea evacuación de las ciudades con la premisa de proteger a la población civil de ‘bombardeos estadounidenses’ y en apenas unos días, más de dos millones de personas se trasladaron a los campos de arroz para realizar trabajos forzados, dejando las áreas urbanas del país completamente desiertas y siendo las personas del propio Partido Comunista de Kampuchea las únicas autorizadas en permanecer en las mismas.

El Genocidio Jemer

Se abolió la propiedad privada y los derechos civiles y religiosos, a fin de constituir la sociedad comunista perfecta. Los talleres e industrias fueron expropiados y paralizados, los hospitales, escuelas y universidades fueron clausurados, reutilizados como cárceles o centros de interrogación. Uno de esos centros más conocidos se puede visitar hoy, la llamada Oficina de Seguridad S-21 Tuol Seng en Phnom Penh. Gracias a los archivos encontrados dentro de las instalaciones, se supo que esta antigua escuela fue utilizada como cárcel, centro de tortura y de ejecución. Sólo en este centro se calcula que se asesinó a quince mil prisioneros, los cuales recibían los más inhumanos métodos de tortura (aceite hirviendo, latigazos, extracción de uñas o descargas eléctricas) y sólo diez personas consiguieron escapar o ser indultadas. La normativa de seguridad del centro para los interrogatorios era la siguiente:

  1. Responda lo que se pide, no altere mis preguntas.
  2. No utilice en absoluto ningún pretexto para debatir o discutir.
  3. No se haga el tonto ni pretenda que no entiende, porque usted fue lo suficientemente valiente para oponerse a la causa
  4. Responda inmediatamente, no tarde.
  5. No hable acerca de asuntos de la revolución.
  6. No grite o llore cuando sea golpeado o electrocutado.
  7. Siéntese y espere órdenes. Si no hay órdenes, no realice ningún acto. Cuando se le ordene, hágalo inmediatamente y sin argumentar.
  8. No intente esconder su rostro y su traición a la revolución.
  9. Por cualquiera de estas normas que no cumpla, usted recibirá latigazos y descargas eléctricas.
  10. Opóngase y obtendrá diez latigazos o cinco descargas eléctricas

Estos centros servían para la obtención de información por parte de las autoridades antes de enviar a los reclutas a los campos de trabajo o killing fields’ donde los oficiales del régimen contaban con fosas comunes y los ‘árboles de ejecución’ donde cometían sus crímenes.

Los profesionales de la industria, los que hablasen lenguas extranjeras o llevaran gafas eran considerados intelectuales contrarios a la causa y fueron ajusticiados. Muchos vehículos fueron calcinados y los mecánicos, que en un primer momento sirvieron de servicio de mantenimiento a los vehículos del régimen, fueron asesinados uno a uno. Del mismo modo, se otorgó poder militar a los niños, pues creían en la idea de que estos nunca habían sido manchados por las ideas capitalistas y eran una generación pura que jamás fue sacudida por potencias imperialistas y eran los responsables de sacar al país de su estado de escasez y corrupción.

Los niños de la revolución. Fuente: Daily Mail
Los niños de la revolución. Fuente: Daily Mail

En apenas cuatro años, casi tres millones de camboyanos perdieron la vida, lo que supone un tercio de la población del país por entonces y el mayor genocidio en escala de la historia. Se masacró a las poblaciones musulmanas de origen cham, así como a las familias con vínculos vietnamitas y los que practicasen religiones contrarias a la doctrina de los Khmer Rouge. Los monjes budistas fueron obligados a colgar sus hábitos para ser trasladados a los campos de trabajo, donde se calcula que 57.000 de los mismos fallecieron por las condiciones extremas o fueron asesinados. Los católicos por su parte, eran minoría y sólo uno de los principales líderes católicos sobrevivió.

En los últimos días del régimen, cuando la guerra de Vietnam había acabado y los vietnamitas habían salido victoriosos, se vivía un ambiente de desconfianza dentro del Partido de los Jemeres Rojos. Corría la voz de que el país vecino iba a entrar a invadir y acabar con el régimen, lo que acentuó la toma de decisiones extremas y precipitadas. Se llevó a cabo una limpieza dentro del gobierno y simpatizantes, acusados de traición y de colaborar con espías vietnamitas. Como en otros episodios de la Historia de la Humanidad, los últimos días fueron también los más sangrientos.

Para ampliar: El genocidio de Camboya, en los podcast de EOM (a partir del minuto 38:40)

La intervención de la comunidad internacional

En 1978, Vietnam invade Camboya y el régimen de los Jemeres Rojos toca su fin. El alto ejecutivo del partido huye y se refugia en la remota selva norteña en las áreas colindantes con Tailandia, cerca de la ciudad de Battangbang. Phnom Pehn fue tomada y un nuevo gobierno se erigió. Pol Pot nunca fue presentado ante la justicia y junto con un pequeño gabinete se refugia en el norte del país, donde organizan débiles ofensivas contra el nuevo régimen, la República Popular de Kampuchea. Poco a poco estos Jemeres Rojos fueron entregándose o siendo capturados. En 1998 muere Pol Pot, antes de que aparentemente fuera entregado por sus propios camaradas ante las autoridades judiciales internacionales para ser juzgado por crímenes de lesa humanidad.

Tras la entrada de los vietnamitas en el gobierno, el país contó con un grado mayor de aperturismo. Las investigaciones y los hallazgos de lo sucedido durante la época, los macabros métodos de tortura y el elevado número de muertos acentúo las persecuciones hacia los responsables. A principios de los años ochenta, Camboya se encontraba con una población menor de treinta años que representaba el 75% del global de la misma, sin apenas industria o infraestructura y con una marcada situación de precariedad y pobreza extrema.

La sensibilidad internacional comportó la llegada de diversas plataformas y organizaciones no gubernamentales para prestar servicios humanitarios a la empobrecida sociedad y 25 años más tarde, en el seno de la Organización de las Naciones Unidas, se crea la Cámara Especial dentro de los Tribunales de Camboya.

El Tribunal de Camboya que juzga el genocidio en el país y sus acusados. Fuente: AFP
El Tribunal de Camboya que juzga el genocidio en el país y sus acusados. Fuente: AFP

Esta Sala Extraordinaria resultó ser pionera en el campo de los tribunales internacionales por su carácter mixto, ya que está formada por magistrados locales e internacionales que a través de un sistema de enmiendas en el marco de la jurisdicción camboyana, permitió la coordinación entre la jurisdicción nacional y el Derecho Internacional Público para juzgar a los responsables del genocidio de crímenes contra la humanidad, crímenes de genocidio y ciertos crímenes de guerra. Por el momento, han sido varios los altos dirigentes y comandantes condenados a cadena perpetua y año tras año se continúa trabajando desde la Cámara para llevar a audiencia e investigar a los sospechosos.

A principios de los noventa, Camboya permanecía en un clima de incertidumbre y de convulsas negociaciones tras el regreso del  monarca y el golpe de Estado de Hun Sen. La comunidad internacional iba reconociendo a las facciones políticas que optaban al poder y en 1993 se redacta una nueva Constitución donde se adopta la forma de monarquía representativa y parlamentaria para la gobernación, a su vez que se dispone en el articulado la creación del Tribunal Especial para el juicio a los Jemeres Rojos. Hun Sen fue nombrado primer ministro y el monarca Norodom Sihanouk, tomó cargo como Jefe del Estado, siendo reemplazado en 2003 por su hijo el príncipe Norodom Sihamoni.

Desarrollo económico importante, más leve desarrollo social

En el transcurso de la década reciente, el país ha experimentado un notorio fortalecimiento económico. En el informe elaborado por el FMI (Fondo Monetario Internacional) sobre las perspectivas de la economía mundial, se muestran las tasas de crecimiento del producto interior bruto de los principales mercados emergentes. La región de ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático) muestra una variación del 4,7% en el último año, haciendo una comparativa de la misma tasa sobre la economía camboyana (7,4%); se puede afirmar que el país jemer crece exponencialmente más que los países de su entorno.

Este dato positivo no es sinónimo de una envidiable situación económica, pero otorga una buena perspectiva a largo plazo para las finanzas del país, ubicándolo dentro del grupo de países que pese a un marcado nivel de subdesarrollo, como son los casos de Bangladesh, Myanmar o Vietnam, persiguen un modelo de expansión similar al que marcó en su día Singapur.

La libertad de mercado, el turismo y la industria han restructurado el esquema económico y ha creado canales de financiación, tanto privados como de organismos internacionales para el desarrollo, y se han saneado los altos niveles de precariedad que se experimentaban a finales de siglo.

Panorámica de Phnom Pehn. Fuente: Banker In The Sun
Panorámica de Phnom Pehn. Fuente: Banker In The Sun

Sin embargo, los camboyanos se enfrentan a muchos otros problemas de carácter político-social. Human Rights Watch, organización especializada en investigación, promoción y defensa de los Derechos Humanos a nivel global, continúa denunciando casos de abuso por parte de las autoridades en forma de detenciones ilegales, violaciones a la libertad de prensa, así como violencia en prisiones. Otra de las cuestiones es la presidencia de Hun Sen, el cual a día de hoy y después de treinta años de gobierno, se mantiene en el poder con mayoría absoluta parlamentaria y son múltiples las acusaciones a su ejecutivo por tráfico de influencias, limitación a la libertad de expresión y reunión hacia la minoría opositora.

El Índice de Desarrollo Humano (IDH) publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, considera que en Camboya los niveles de calidad de vida, años de educación y acceso a la salud continúan siendo carentes, en un nivel de desarrollo medio pero rozando el grupo de países con niveles más bajos.

Si bien es cierto que los efectos sobrevenidos por un pasado tan atroz son difíciles de reparar, los esfuerzos de la comunidad internacional y las entidades locales, crean en Camboya una atmósfera esperanzadora y de carácter entusiasta ante los nuevos desafíos, pese a que hay problemas sociales de raíz que tardarán décadas en recomponerse.

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