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Tratado de la Santa Alianza (París, 26 de septiembre de 1815)

En el nombre de la Santísima e Indivisible Trinidad. Su Majestad el emperador de Rusia, el emperador de Austria y el rey de Prusia, a consecuencia de los grandes acontecimientos que han señalado en Europa el curso de los tres últimos años, y principalmente de los beneficios que la divina Providencia ha querido derramar sobre los Estados cuyos gobiernos han puesto su confianza y esperanza en ella. Solamente, habiendo adquirido la convicción íntima, de que es necesario asentar la conducta a adoptar por las potencias en sus relaciones mutuas sobre las verdades sublimes que nos enseña la eterna religión de Dios Salvador: Declaramos solemnemente que el presente acto no tiene más objeto que manifestar a la faz del universo su inquebrantable determinación de no tomar por regla de su conducta, ya sea en la administración de sus Estados respectivos, ya en sus relaciones políticas con los demás gobiernos más que los preceptos de esta santa religión, preceptos de justicia, de caridad y de paz que, lejos de ser únicamente aplicables a la vida privada, deben por el contrario incluir directamente en las resoluciones de los príncipes y guiar todos sus pasos, dado que es el único medio de consolidar las instituciones humanas y de remediar sus imperfecciones.

En consecuencia, sus Majestades han convenido en los artículos siguientes:

Art. I. En conformidad con las palabras de las Santas Escrituras que mandan a todos los hombres mirarse como hermanos, los tres monarcas contratantes permanecerán unidos por los lazos de una verdadera e indisoluble fraternidad, y considerándose como compatriotas se prestarán en todo lugar y ocasión, asistencia, ayuda y socorro; mirándose con respecto a sus súbditos y ejércitos como padres de familia, les dirigirán en el mismo espíritu de fraternidad que los anima para proteger la religión, la paz y la justicia.

Art. II. En consecuencia, el solo principio en vigor, sea entre dichos gobiernos o entre sus súbditos, será el de prestarse servicios recíprocamente testimoniarse por una inalterable benevolencia el mutuo afecto de que deben estar animados, no considerarse sino como miembros de una misma nación cristiana, no mirándose a sí mismos los tres príncipes aliados sino como delegados de la Providencia para gobernar tres ramas de una misma familia, a saber: Austria, Rusia y Prusia, confesando así, que la nación cristiana de que ellos y sus pueblos forman parte no tiene realmente otro Soberano que Aquél a quien solo pertenece en propiedad el poder, porque sólo en Él se hallan todos los tesoros del amor, de

la ciencia y de la sabiduría infinita, es decir: Dios, nuestro Divino Salvador Jesucristo, el Verbo del Altísimo, palabra de Vida.

Sus Majestades recomiendan por lo tanto a sus pueblos con la más tierna solicitud, como único medio de gozar de esta paz que nace de la conciencia sana, y que es la única duradera, fortificarse cada día más en los principios, y en el ejercicio de los deberes que el divino Salvador ha enseñado a los hombres.

Art. III. Todas las potencias que quisieran solemnemente confesar los principios sagrados que han dictado el presente acto, y que reconocieron cuan importante es a la dicha de las naciones, demasiado largo tiempo agitadas, que estas verdades ejerzan en adelante sobre los destinos humanos toda la influencia que les es propia, serán recibidas con tanto anhelo como afecto en esta Santa Alianza.

Hecho por triplicado y firmado en París el año de gracia de 1815 el 26/14 septiembre.- Francisco-Alejandro-Federico Guillermo

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