jueves, octubre 3, 2024

El coste humano de la guerra en Georgia

El coste humano de la guerra en Georgia

La destrucción en gran escala de bienes, la existencia de artefactos no detonados y la preocupación incesante por la seguridad han impedido a decenas de miles de personas regresar a sus hogares tras el conflicto entre Georgia y Rusia que tuvo lugar del 7 al 13 de agosto.

Los residentes que aún quedan en Osetia del Sur y la “zona de seguridad” adyacente controlada por Rusia se ven expuestos a tiroteos, saqueos y ataques de motivación étnica. Estos abusos también están impidiendo el regreso de las personas de etnia georgiana que huyeron de sus casas.

“Las autoridades rusas y georgianas, y también el gobierno de facto de Osetia del Sur, deben hacer todos los esfuerzos posibles para garantizar la seguridad y prestar ayuda a todas las personas, sin discriminación –ha declarado Nicola Duckworth, directora del Programa para Europa y Asia Central de Amnistía Internacional–. Quienes se vieron obligados a huir de sus casas deben poder regresar sin peligro, y quienes no puedan o no quieran hacerlo deben ser reasentados.”

Más de 160.000 fueron expulsadas de sus hogares durante los cinco días que duró la guerra entre Georgia y la Federación Rusa, así como durante los días posteriores. Centenares de civiles fueron asesinados y muchos más resultaron heridos durante el conflicto. Las viviendas han sido destruidas y sólo quedan escombros.

El 7 de agosto, las fuerzas georgianas bombardearon Tskhinvali, capital de la región secesionista de Osetia del Sur, y poblaciones circundantes. Entre el 8 y el 12 de agosto, las fuerzas rusas perpetraron ataques aéreos en los que bombardearon poblaciones de Osetia del Sur de mayoría étnica georgiana, así como la ciudad de Gori y alrededores en Georgia.

Representantes de Amnistía Internacional recogieron testimonios de testigos presenciales que sobrevivieron a las hostilidades y tomaron fotografías de la situación después de la guerra. Kazbek Djiloev ofreció a la delegación de Amnistía Internacional el relato de su experiencia la noche del 7 de agosto en su domicilio, situado en una zona residencial del sur de la localidad de Tskhinvali:

“Estábamos escuchando a Saakashvili [presidente de Georgia], diciendo que aceptaba cualquier negociación. Nos sentíamos cómodos. Me estaba tomando un té cuando de repente oí ruido de disparos seguido de tanques, artillería, etc. Bajamos todos a la planta de abajo. Dos horas después oí explosiones, la casa sufrió una fuerte sacudida, el tejado saltó en pedazos y varios misiles Grad cayeron en el interior de la casa.

El sofá y otros muebles empezaron a arder. Oímos cómo un avión se acercaba a nosotros y empezó a dispararnos con una ametralladora. Mi hermano y yo volvimos a escondernos en la planta de abajo. Pasó un rato y cayó otro misil, que destruyó media casa. Yo estaba en estado de shock.

Los georgianos aseguran que disparaban contra posiciones de soldados rusos. Es mentira. No había un solo soldado allí. Estaban disparando contra ciudadanos pacíficos. Allí no había nada militar. Estaba yo con mi hermano y mi madre […]. Me he quedado sin casa. De momento hace buen tiempo y puedo dormir en el jardín, pero no sé qué voy a hacer cuando lleguen las lluvias. No me ayuda nadie. No puedo reconstruir la casa porque no tengo el dinero que hace falta”.

Pese a que las autoridades rusas niegan haber empleado bombas de racimo, existen pruebas gráficas y periciales de que el ejército ruso sí las usó. Bejam Basilidze describió así lo que presenció en la población de Khverno Kviti el 8 de agosto:

“Era ya de noche. De repente oí un ruido terrible. Vi una explosión en el aire y luego bombas que empezaron a caer como granizo; cada una abarcaba un área de tres o cuatro metros. Todo saltó por los aires, el suelo, los tejados de las casas. Hubo siete personas heridas y también vacas. No había efectivos georgianos por la zona; se habían marchado a Gori por la tarde”.

Amnistía Internacional ha documentado los numerosos saqueos e incendios provocados de que han sido objeto poblaciones de mayoría georgiana situadas en el territorio de Osetia del Sur, pero que estaban bajo control administrativo georgiano antes del conflicto, así como fuera de Osetia del Sur pero dentro de las “zonas de seguridad” establecidas por las fuerzas rusas. Soldados surosetios, grupos paramilitares y particulares armados –algunos de los cuales procedían, al parecer, de la Federación Rusa– participaron en estos actos en áreas que en la práctica se encontraban bajo control ruso.

Nina, una mujer del pueblo de Kurta, en Osetia del Sur, contó lo siguiente a Amnistía Internacional:

“Hombres con uniforme militar atravesaban los jardines. Hablaban ruso, pero no eran rusos. Me pareció que eran osetios, chechenos, algunos asiáticos, tal vez uzbekos y cosacos. Todos llevaban el mismo uniforme e iban armados con Kalashnikov. Prendieron fuego a unas 15 viviendas en Kurta y se llevaron el ganado en camiones. Cuando nos marchábamos de Kurta, vimos cómo los maleantes secuestraban a dos vecinos y los metían a la fuerza en el maletero de un automóvil.

Salimos a pie de Kurta el 13 de agosto. Fuimos hasta Eredvi pasando por Kheiti. En Eredvi vimos los cadáveres de un hombre, una mujer y dos niños. Seguimos caminando y llegamos al pueblo de Ditsi [fuera de Osetia del Sur]. No vi cadáveres en Ditsi; había algunas casas incendiadas, pero no todas. Dejamos Ditsi y fuimos hasta Trdznisi. Allí también vimos muchas casas quemadas y enseres esparcidos por las calles. Nos quedamos a pasar la noche y luego nos fuimos en dirección a Tqviavi. Allí vimos muchos más cadáveres, debajo de automóviles y furgonetas. Todos los cadáveres eran de civiles, no vi ningún soldado georgiano muerto”.

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) calcula que 163.000 personas fueron obligadas a huir de sus hogares; de ellas, 127.000 se desplazaron dentro de la propia Georgia y 36.000 huyeron a la Federación Rusa.

Algunas de esas personas ya han regresado a sus hogares, pero hay decenas de miles que no lo pueden hacer, bien porque su casa ha quedado destruida, o bien porque no es seguro regresar.

La población de Osetia del Sur y de Georgia ha sufrido numerosas violaciones de derechos humanos como consecuencia del conflicto y siguen necesitando ayuda humanitaria y que se protejan derechos. Amnistía Internacional pide a todas las partes en conflicto que garanticen a todas las personas desplazadas por las hostilidades un regreso seguro y perdurable a su lugar de residencia.

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