Sobre la balcanización de Latinoamérica
El nuevo presidente de Colombia, Iván Duque, ha manifestado que no está dispuesto a seguir acudiendo a las rondas de negociaciones de la Alianza del Pacífico. Por su parte, Argentina ha solicitado la anulación de la decisión 32/00 del Mercosur que prohíbe a sus países miembros firmar nuevos acuerdos comerciales por sí solos. Si gana Bolsonaro, seguramente Brasil tomará el mismo camino: salirse de Mercosur. Y otro caso parecido es el de Ecuador, que ha abandonado hace muy poco el ALBA. No son situaciones aisladas. Se trata de un fenómeno cada vez más robusto que está teniendo lugar en Latinoamérica en esta nueva época. Cada quien abandona la vía de integrarse a través de un bloque y, por el contrario, transita hacia una nueva forma de relacionarse con el mundo: una suerte de “sálvese quien pueda”, de modo individual.
Ha pasado una década desde que el mundo tambalease luego del crash financiero del 2008. Desde entonces, muchas cosas han cambiado en clave geoeconómica. Se ha transformado el mundo financiero en todas sus dimensiones, reconcentrándose la banca, y los grandes se comieron a los chicos. Además, estamos viviendo un proceso de exceso de liquidez global debido a que Estados Unidos y la Unión Europea llevaron a cabo la “gran emisión monetaria” en estos años. En consecuencia, para darle salida a esa nueva masa monetaria, el endeudamiento global crece. El mundo está un 12% más endeudado que hace una década.
Al mismo tiempo, en el plano de la economía real, la productividad sigue en descenso y el comercio crece a tasas muy bajas. Estamos ante un prolongado proceso de contracción en el que la tasa de crecimiento no logra alcanzar los niveles precrisis. Y las predicciones no son mucho mejores: el último informe de la OCDE (The long view: scenarios for the world economy to 2060) considera que la tasa de crecimiento del PIB real estará cercana al 2% para el año 2060.
Esta metamorfosis también se nota en el reordenamiento de los países en cuanto a su importancia económica. Los llamados emergentes, de hecho, ya emergidos, cobran cada día más protagonismo. Tanto es así que el citado informe de la OCDE pronostica que el centro de gravedad de la economía mundial se seguirá desplazando de Norteamérica y Europa hacia el continente asiático. China, India e Indonesia serán clave en este movimiento, así como Rusia, Turquía, Sudáfrica y Corea del Sur.
Nada es como antes: ni el resultado del Brexit, ni la llegada de Trump a la Presidencia; tampoco todo lo ocurrido en Latinoamérica. Ha habido importantes cambios de gobierno que representan giros políticos y geopolíticos. El escenario regional ha mutado mucho en estos años, y esto tiene sus secuelas en el comportamiento de integración en el mundo. Se está sustituyendo progresivamente la fórmula de asociarse en bloque por la de la vía individual, aplicando un criterio darwinista para sobrevivir en un clima global adverso. Cada vez hay menos patrones comunes en los bloques conformados para relacionarse hacia afuera. Cada quien “se lo guisa y se lo come”: se busca lograr acuerdos comerciales con el país que lo permite, intentando aprovechar algunas ventajas comparativas, obtener inversiones productivas -dadas las potencialidades nacionales y el interés externo- y conseguir financiación como buenamente se pueda.
Estamos, por tanto, ante un nuevo fenómeno de menor homogeneidad en la forma en que los miembros de un bloque se relacionan con los países del exterior. Cada uno negocia por sí solo, y lo que pareciera una ventaja en el corto plazo, a la postre puede ser un gran inconveniente porque se pierde fuerza en la capacidad de negociación con las grandes potencias.
Y es así como el marco dominante de “necesidad en adversidad” está forzando a cambiar la lógica de inserción, provocándose un reordenamiento geopolítico de gran magnitud en Latinoamérica. Este viraje será determinante para los años venideros a la hora de comprender con mayor claridad cómo la región se transforma al interior y en su relación con el exterior.
Todo se resumen en esta frase: la balcanización de Latinoamérica es un nuevo rasgo característico de la actual geopolítica en disputa. Y eso se nota cada vez más en casi todos los espacios de integración: Mercosur, Alianza del Pacífico, Unasur y ALBA.
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