viernes, abril 19, 2024

El Ártico: lo que el deshielo esconde

El Ártico: lo que el deshielo esconde

El Ártico: lo que el deshielo escondeEl interés por la tierra del sol de medianoche y las auroras boreales crece a mayor velocidad que el deshielo. Canadá, Dinamarca, Noruega, Rusia, Estados Unidos, Suecia, Finlandia e Islandia componen el grupo de los ocho países considerados árticos, pero no son los únicos estados que viran su mirada hacia el norte. El impacto del cambio climático y del calentamiento global presenta consecuencias muy negativas para el medio ambiente y la naturaleza, sin embargo, la pérdida de masa helada supone ganancias en términos económicos y comerciales, y es por ello que tanto países cercanos como lejanos buscan influir en la geopolítica del Ártico. Dedicamos dos artículos a esta cuestión en #PolExt154.

 Blanca Palacián de Inza e Ignacio García Sánchez, en su artículo “Geopolítica del deshielo en el Ártico”, explican cómo el deshielo, -que supone la pérdida del volumen marino en un 12% cada 10 años-, se traduce en una oportunidad de explotación de recursos (hidrocarburos, minerales, pesca) y en la apertura de nuevas vías comerciales de transporte marítimo. Según el servicio de Inspección Geológica de Estados Unidos, se estima que el 30% de las reservas mundiales no descubiertas de gas natural y 13% de las reservas de petróleo se encuentran en la región.

 Los autores hablan también sobre los principales países interesados en la zona, con diferentes grados de influencia entre sí: en primer lugar se posicionan los cinco estados litorales del Ártico, que de disputan el control de la región; en segundo lugar están los países y organizaciones que no quieren quedarse al margen de los acuerdos económicos y comerciales; y finalmente se encuentran el resto de países y organizaciones que ven con inquietud el impacto que puede causarles este nuevo espacio geoestratégico.

 Finalmente, los autores destacan que las oportunidades económicas y comerciales en la región deben visualizarse a largo plazo: “El Ártico continúa siendo uno de los lugares más pacíficos del planeta, y parece que así seguirá en el futuro. Si bien la región esconde muchas riquezas, la complejidad técnica y las condiciones extremas dificultan su explotación comercial”.

 Por su parte, Peter Harrison, en su artículo “Llovió en Iqaluit”, proporciona una visión centrada en las consecuencias medioambientales, sociales y culturales del deshielo. El impacto del cambio climático y del calentamiento global es más evidente y veloz en el Ártico que en ninguna otra parte del mundo. El permafrost se derrite y emite grandes cantidades de metano (gas de efecto invernadero mucho más potente que el CO2), especies marinas y terrestres cambian sus rutas migratorias, los hábitats naturales se encuentran amenazados (como el del oso polar), la costa se erosiona con las tormentas y las poblaciones se ven obligadas a cambiar sus costumbres y hábitos de vida.

 Harrison subraya la necesidad de derribar los mitos que se han creado en torno al Ártico para comprender mejor las dinámicas de la región. En primer lugar, critica la idea de la aparición de “un nuevo El Dorado”, en un mundo donde prima el consumo frente a los derechos de las poblaciones indígenas, cuando debería ser al revés. En segundo lugar, niega que el Ártico sea  “terra incognita o terra nullius”, pues los inuit y otros grupos han habitado en la región durante miles de años. En tercer lugar, se opone a la idea de que “los recursos naturales del Ártico estén ahí simplemente para explotarse”, recalcando que la mayoría de los recursos naturales son exclusivos de los cinco estados costeros del ártico. En cuarto lugar desmiente “el fácil tránsito de la ruta del noroeste”, pues teniendo en cuenta que sólo el 10% de sus aguas están cartografiadas según estándares modernos y las extremas condiciones de navegación,  el aumento del tránsito sólo sería posible con buques de gran capacidad para navegar en diferentes tipos de hielo.

 Frente a esta situación de ignorancia, Harrison propone una solución: la inversión en conocimiento. Así, ya existen  diversas iniciativas, entre ellas la red ArcticNet, que agrupa investigaciones de muy buenos resultados. Otra iniciativa interesante la protagonizó Canadá con la celebración del Año Polar Internacional  en 2012, en la que participaron más de 1.750 investigadores en 52 proyectos y en más 100 localidades.

 Si algo le ha quedado claro a la comunidad científica es que los cambios derivados del calentamiento global están ocurriendo a un ritmo cada vez mayor y de una manera más amplia de lo esperado. En el mundo político, esto se traduce en una necesidad de respuestas eficaces y equilibradas.

 Para más información:

 Blanca Palacián de Inza e Ignacio García Sánchez, “Geopolítica del deshielo en el Ártico“. Política Exterior 154, julio-agosto 2013.

 Peter Harrison, “Llovió en Iqaluit“. Política Exterior 154, julio-agosto 2013.

 Lawson W. Brigham, “Think again, the Arctic“. Foreign Policy, 2010.

 “Reaching the Arctic Accord“. International Herald Tribune, artículo abril 2013.

 “A warmer welcome“. The Economist, artículo mayo 2013.

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